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sábado, 14 de mayo de 2011

En la ciudad sostenible, más verde no es más ecológico







Daniel Carrero Zabala

Sobre el 1er Encuentro Internacional de Urbanismo Sostenible en Vitoria.

El gesto que me pareció más sorprendente del 1er Encuentro Internacional de Urbanismo Sostenible celebrado en Vitoria a finales de Marzo de 2011, fue protagonizado en las conferencias introductorias por el propio alcalde de la ciudad, Patxi Lazcoz. No es usual que un político admita errores, y menos aun, que pronuncie un discurso crítico con las típicas actitudes populistas y que parecen otorgar muchos votos. Fue una actitud valiente, para abanderar el premio de la Capital Verde Europea 2012.

A lo largo de las variadas ponencias del congreso, se abordaron numerosos temas que la ciudad ecológica requiere: eficiencia energética, tratamiento del ciclo del agua, materiales bajo emisivos, etc. Pero por fin se puso en crisis, esa idea populista de la que durante tanto tiempo se había enorgullecido la capital de Euskadi, el orgullo de ser la ciudad con mayor verde por habitante. Las tesis más avanzadas sobre sostenibilidad urbana explican que la ciudad más ecológica no es la que más espacio verde tenga, incluso en muchos casos un exceso de ello es negativo.

La ciudad es un ecosistema sociourbano, creado por el ser humano para el desarrollo de relaciones sociales y la cohabitación. El futuro de la humanidad pasa por un acertado planteamiento de las mismas, pues para el 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ellas.

A diferencia de un ecosistema natural, la ciudad es un sistema abierto muy ineficiente, ya que para su supervivencia requiere grandísimos recursos importados del exterior: alimenticios, energéticos (gasolina, electricidad, gas…), materiales, etc; y necesita la exportación de grandes cantidades de contaminantes: basuras, gases efecto invernadero, escombros… De esta manera las ciudades poseen una huella ecológica mucho más amplia que sus límites físicos, y sin ser muy conscientes de los daños irreparables que genera lejos de nuestro conocimiento o nuestras fronteras. (p.e. consultar sobre Agbogbloshie, http://www.blacksmithinstitute.org/blog/?tag=agbogbloshie)

El compromiso de construir ciudades más ahorradoras y eficientes, que intenten producir sus propios recursos mediante energías renovables, huertos urbanos, compromiso con el reciclaje, reducción de emisiones de gases, es un objetivo muy loable a nivel europeo, pero no suficiente para el reto del desarrollo sostenible a escala mundial.

Las ciudades europeas tienen tamaños más o menos pequeños, pero las ciudades latinoamericanas o asiáticas y su imparable crecimiento, transforma el concepto de sostenibilidad urbana. El autentico reto para un Desarrollo Sostenible, tal y como Gro Harlem Brundtland planteó en el informe “Nuestro futuro común” para Naciones Unidas en 1987, recuerda que además del ámbito ecológico se encuentran la sostenibilidad económica y social. Y el autentico reto al que se enfrentan los urbanistas del s.XXI es a crear ciudades con una alta Eficiencia Social, que desarrollen sociedades equilibradas y generen un progreso homogéneo.

La necesidad de crear ciudades llenas de vida y actividad, con relaciones sociales sanas, evitando los desequilibrios sociales, aprendiendo de las diferencias y la mezcla de culturas, con nuevas maneras de relación y ocupación del espacio público, nos llevan a las reflexiones sobre las nuevas relaciones sociales que Joan Subirats disponía en el congreso vitoriano sobre la mesa de los nuevos urbanistas. (http://mecagoeneleixample.blogspot.com/2010/06/joan-subirats-guetos-en-barcelona.html)

El concepto innovador de la Infodiversidad, que evalúa la cantidad y la calidad de información social que activa una ciudad evaluado por metro cuadrado (ing/m2), nos lleva a plantear la importancia de ciudades vivas y compactas como modelos de sostenibilidad. Y revalorar la eficiencia social de la ciudad mediterránea y gótica, en frente a las ciudades difusas del modelo norteamericano. Permite analizar el problema que supuso la ciudad zonificada abanderada por Le Corbusier en los años `50, donde gigantescos barrios dormitorio dependen abusivamente del vehículo privado para ir a trabajar al downtown y generan autopistas, atascos y ciudades impaseables.

De esta manera, la desaparición del concepto de acera, la pérdida del comercio local y del mercado público, la revisión de la tipología de vivienda para nuevos núcleos familiares, el modelo de centro comercial con tiendas y restaurantes de franquicias multinacionales, la reconversión de las viviendas vacías o las infinitas utilidades del espacio público son las discusiones de la autentica ciudad ecológica del futuro.

En ningún momento pretendo despreciar la necesidad de espacio verde en una ciudad, ya hemos aprendido de los errores de la excesiva densidad del Bilbao de los ’80 o una Barcelona con necesidad de parques, pues es en estos espacios verdes donde se producen las interacciones sociales, así como en las plazas públicas. Pero un exceso de espacio verde, puede diluir dichos encuentros serendípicos, y es muy importante concentrar y distribuir con precisión estos lugares de interacción social.

Así pues, el reto de solucionar barrios excesivamente esponjados como Salburua o Zabalgana (http://www.urbanity.es/foro/rascacielos-y-highrises-eusk/2059-vitoria-nuevo-barrio-de-salburua-unas-20-torres-de-hasta-21-plantas.html), es mucho más complicado que haberlos realizado correctamente desde un principio, y eso que son muy recientes. Este tipo de urbanismo ocupa excesivo terreno, no promociona el éxito de los locales, implica excesivo gasto energético en transporte e instalaciones, encarece su mantenimiento y para colmo -esto es opinión personal- no ha creado una ciudad más bella. Mucho tendrían que haber aprendido sus diseñadores del magnífico ejemplo del casco viejo de Vitoria en forma de almendra y más de 850 años de antigüedad, que en un análisis de Infodiversidad, sin duda el casco viejo ganaría por goleada a los nuevos barrios.


martes, 10 de mayo de 2011

Bioconstrucción de cáñamo: recuperar para innovar

Sergio Villalobos

Después de varios años parece que nadie ha cobrado la recompensa de 100,000 dólares que en su día ofreció Jack Herer – principal activista en búsqueda de la legalización del cáñamo – por demostrar la falsedad de los beneficios que puede ofrecer el cáñamo en los diferentes campos medicinales, industriales y agrícolas. Así mismo, la empresa holandesa Hempflax se atreve a demostrar que el cáñamo es una solución perfecta como materia prima efectiva contra el cambio climático y ofrece otros 100,000 euros. Ante las maravillas que tanto se comenta de la planta, ¿Cuánto conocemos al respecto? ¿Por qué no está predominando en la industria, si tan maravillosa presume ser?

Tan solo explorando el marco histórico de la planta podemos tener una buena perspectiva de su importancia y situación actual. El cáñamo (cannabis sativa) es procedente de Asia Central y su cultivo se ubica como uno de los más antiguos en la historia de las civilizaciones - más de 10,000 años. En ese lapso de tiempo podemos ver como el cáñamo fue importante recurso para la obtención y elaboración de productos como aceites, alimento, medicina, papel, textiles, por lo que gran parte de las necesidades de la humanidad fueron cubiertas por la planta. Incluso se consolidó como la fibra más importante del mundo, con una dominación tal que hasta un 80% de los textiles procedían de esta planta. En el caso de Europa, durante la Edad Media era utilizado como material aislante en las construcciones. Así mismo fue una materia prima vital para la industria naval europea, por lo que potencias navales como Inglaterra y España incentivaron de forma destacada la producción agrícola de cáñamo.

El caso de los Estados Unidos resulta interesante. Si bien llegó a ser un país dependiente de la industria del cáñamo - en especial en estados como Kentucky y Mississipi- ¿Qué fue lo que redujo su producción? A partir del siglo XVIII inicia una etapa de decrecimiento en cultivo y aplicaciones de esta planta. Esto se debe en un principio a la competencia con otras fibras (algodón principalmente) y la obtención de aceites de otras semillas. También está ligada a la salida paulatina del mercado de los barcos de vela de 1850 a 1950. Está trascendencia histórica contrasta con el desuso y prohibición en algunas partes del mundo – principalmente en la Unión Americana - por una serie de desinformación y políticas que estigmatizan al cultivo de uso industrial por su similitud física con la marihuana, la cual es una droga ilegal en gran parte del mundo y con importantes problemas derivados a nivel político, social y económico.

Al mismo tiempo, este último pretexto sirvió para consolidar a empresas petroquímicas y textiles (algodoneras principalmente) en el mercado ante la amenaza del cáñamo como competencia. Todo ello ha derivado en una explotación desmesurada de recursos naturales por el predominio de monocultivos algodoneros (derivando en la sobreexplotación y agotamiento del suelo agrícola) y la extracción de recursos fósiles cuya demanda podría cubrir el cáñamo fácilmente.

Hoy en día hay un gran interés por la búsqueda de materiales que puedan emplearse en la industria bajo un enfoque de desarrollo sostenible. Por el momento existen diversas alternativas sobre materiales de bajo impacto ecológico derivados del cáñamo que actualmente tiene poca difusión sobre sus propiedades y técnicas constructivas, o bien se encuentran en fase de experimentación. Sin embargo, empresas como Technichanvre o Lime Technology han hecho importantes aportaciones al campo de la contrucción con edificios hechos con cáñamo industrial - desde casas unifamiliares hasta edificios industriales.

Por otro lado, es importante que al retomar estás alternativas de materiales, se considere de igual manera el rediseño de procesos y productos que cierren sus ciclos de materiales, y la nueva dirección que deben tomar las actividades humanas en busca de un manejo de recursos naturales apropiado, en respuesta a la tendencia de insostenibilidad que presentan los materiales industriales actuales y el reto que representa la búsqueda de nuevos recursos y materias primas. Ello implica ir más allá de las soluciones técnicas y combatir estructuras políticas y económicas que - por conflicto de intereses – siguen obstaculizando el ingreso de nuevos recursos o fuentes de energía.

Los primeros pasos se han dado y sólo será cuestión de tiempo… en el caso del cáñamo, ya no hay razones para que no sea así.

Sillares de cáñamo Cannabric. Fot: S. Villalobos